viernes, diciembre 26, 2008

Odiar la campiña inglesa...

"Formar parte de la sociedad es un fastidio, pero estar excluido de ella es una tragedia."

Oscar Wilde.

Así es amigos, la soledad es tremendamente adictiva y cuando por artes de la vida le toca a uno pasar unos dias en familia en un apartamento de 50 m2 con una niña sobreprotegida una madre superdiligente, una abuela superpreocupada, y un padre superutil... uno se siente como Ando en la primera temporada de Heroes... Hasta los huevos.

Y es que la familia es un tesoro que hay que valorar y sobretodo guardar (bajo llave, claro) y cuanto más valioso, más guardado. De hecho mi familia es tan extraordinaria que debería meterla en una caja de alta seguridad en algún banco suizo para no tener que declararla en el IRPF.

La verdad es que si algo he aprendido en los últimos dos años es que hay pocas cosas tan importantes como la familia. Parecerá raro a los que me conozcan que yo haga semejante afirmación, pero la pienso realmente. Partiendo del hecho de que lo único permanente es nuestra propia consciencia y que por ello nuestra unico objetivo en esta vida es mantener la cordura, es necesario recordar que los lazos familiares permanecen incluso más allá de la locura e incluso de la muerte. Luego, que es más permanente la propia consciencia o la familia. O como dijo Manuel Manquiña en esa obra de arte del cine actual "Discutamos el concepto con el fin de discutirlo".

La familia es un coñazo, no se puede evitar, y verse encerrado con ellos sin remisión en plan gran hermano versión caja de zapatos es un infierno que ni el propio San Lucas hubiera podido imaginar. Sin embargo la familia no siempre es un coñazo, cuando todo se derrumba ellos siguen ahí, y aunque no sepan como intentan acompañarte en tu dolor. Y es que como bien me aprendí en mi proceso opositil, la familia es el primer agente socializador y además el más importante. Queramos o no las ventajas y miserias de nuestra familia nos perseguirán durante toda nuestra vida, porque tan esclavo es el que hace todo lo que le dictan como el que sólo puede hacer lo contrario de lo que su familia espera de él.

Bien por usos y costumbres arraigados en nuestra personalidad, bien por un esfuerzo constante por no parecernos a nuestros progenitores de alguna manera la mayoría de nuestras conductas están manchadas del tinte que imprimieron en nosotros desde que interpretaron que nuestros primeros balbuceos significaban papa, o mamá o lo que quiera que deseasen que dijera el puñetero niño en ese instante.

Así que tal y como nos socialicemos con nuestra familia nos socializaremos con el mundo, por lo que no deberíamos olvidar en ningún momento las palabras de el gran Wilde y estar agradecidos de que nosotros al menos tenemos una familia.